
Nota extraída de la publicación «Discusión de Colectivo» Volumen 1, 1era edición, Junio de 1999. Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires.
A MODO DE PEQUEÑO BALANCE: NOTAS SOBRE DISCUSIONES VARIAS.
En este artículo queremos aportar algunos elementos para el balance del proceso de lucha que acabamos de protagonizar, así como también analizar brevemente las distintas concepciones políticas que en él se plasmaron. Esta discusión nos llevará por sí misma a explicitar un proyecto político que creemos menester empezar a construir.
El conflicto estudiantil en Filo.
Repasando el conflicto de las últimas semanas, lo primero que salta a la vista es que la movilización estalló a partir de las declaraciones de Shuberoff[1] sobre el cierre de la UBA, y más en general del «visto bueno» dado por las autoridades universitarias y por la dirección de FUA y FUBA al conflicto. Esta circunstancia, así planteada, podría llevar a la creencia de que quienes nos movilizamos confiamos plenamente en los dictados de los más altos personajes de la jerarquía universitaria. En el caso de Filo (y por lo que sabemos, en muchos otros lugares con distinta intensidad), esta creencia sería totalmente errónea. Desde las primeras asambleas estudiantiles se pudo percibir una tendencia a profundizar la crítica, al menos en dos sentidos. Por un lado, a las autoridades de la UBA, cuyas repentinas ansias de movilización huelen sospechosamente a oportunismo en un año electoral, y cuyo manejo discrecional de los fondos universitarios es demasiado escandaloso como para pasar desapercibido. Y por otro lado, a la conducción estudiantil de FUA y FUBA, que defiende y se ampara en una concepción verticalista y jerárquica de los organizaciones estudiantiles, convirtiéndolas así en maquinarias burocratizadas, tanto más dispuestas a responder a las necesidades coyunturales del partido que las dirige, que a involucrarse en los problemas reales y cotidianos del estudiantado.
Este cuestionamiento a una política oportunista, verticalista y antidemocrática no golpeó solo a los representantes de la Alianza (estudiantiles o no) en la Universidad. Nos oponíamos también a la idea que desde la izquierda sostuvo la CEPA (conducción del CEFyL), según la cual como el “enemigo principal” es Menem, “todos” debíamos unirnos contra él (un todos que incluye a la casi totalidad del establishment social y político, con la sola excepción de una minoría hipermenemista en retirada). El discurso izquierdista de la CEPA no alcanza para ocultar una política que nos reserva el no muy seductor lugar de ser carne de cañón de algunos de los sectores burgueses que hoy se disputan el control del Estado.
Nuestra lucha, sus alcances y limitaciones.
De alguna manera, entonces, el tema del recorte presupuestario sirvió como disparador de un malestar estudiantil que adoptó las formas de lucha y organización desde abajo más democráticas que estuvieron a su alcance. Y en este punto, creemos que es necesario realizar un autoexamen crítico. La rápida y sólida respuesta que el movimiento estudiantil dio al ataque del gobierno en el plano de las asambleas, clases públicas, movilización callejera, etc., no estuvo acompañada por una respuesta similar al nivel de la elaboración de un proyecto y un programa propio. Esta falta de autonomía política nos ubicó en un lugar donde defendimos, o al menos no cuestionamos, lo existente.
Para poner un ejemplo, exigencias totalmente legítimas como la de aumento del presupuesto, sin especificar para qué o al servicio de qué, suponen que no cuestionamos la estructura actual de la Universidad. De la misma manera, las denuncias de la corrupción del Rectorado aparecen como un cuestionamiento moral a Shuberoff antes que como expresión de las relaciones de poder existentes en el seno de la UBA.
Con este planteo nos estamos diferenciando de una cantidad de compañeros (principalmente de agrupaciones de izquierda) que suponen que basta con votar en asamblea 10 o 12 consignas para tener un “programa” con el que salir a la calle. Incluso se llega a establecer una suerte de diferenciación cuantitativa con la conducción de Franja: se proponen más marchas que las suyas, se pide más presupuesto que ellos, etc. Por el contrario, creemos que la construcción de un proyecto verdaderamente alternativo y crítico sólo puede ser el fruto de un proceso de discusión y autoconcientización profunda del movimiento estudiantil.
El mito de la “comunidad educativa”
¿Por qué esta discusión? Sencillamente, porque no concebimos a la Universidad como un todo homogéneo y cerrado que debe “defenderse” de los ataques exteriores del gobierno, sino que creemos que la institución actual es en sí una elección política y clasista que responde a las necesidades de la reestructuración capitalista del Estado, que forma un determinado tipo de intelectual acorde con esas relaciones jerárquicas y de poder que la sostienen.
Es decir, la tan “honorable” comunidad educativa incluye proyectos sociales y políticos diversos y hasta opuestos tanto a nivel del sector docente como del estudiantil. Shuberoff, Guariglia, altos docentes que trafican influencias y recursos según clientelismos personales, los ñoquis de la Franja y hasta un estudiante de Agronomía que estudia con el objetivo de administrar en el futuro las tierras de su padre terrateniente… todos ellos conforman su comunidad, la que aquellos que buscan un lugar privilegiado (de la mano de la Reforma educativa) en estos nuevos tiempos. De esa comunidad sobra decirlo, nos autoexcluimos conscientes, para enfrentarla.
Sin una crítica radical de lo existente, sin un proyecto propio que desnude el contenido y las formas de la política educativa del Estado como una opción que lejos de ser neutra responde a ciertos objetivos, el movimiento estudiantil contestatario tendrá una barrera infranqueable. El debate está planteado. Frente al discurso de quienes dicen que no tenemos “formación” para evaluar y criticar la educación actual, oponemos la elaboración colectiva y la decisión política de transformar la realidad.
Octavio.
[1] Oscar Julio Shuberoff, rector de la UBA entre 1985 y 2002. Fue investigado en el expediente Nº13.293/00- por varios inmuebles en los EE. UU., en el Estado de Virginia, además de tarjetas de crédito y cuentas bancarias en el exterior, que el titular de la UBA no declaró ante Oficina Nacional de Ética Pública ni ante la Oficina Anticorrupción (OA).Investigaciones que habrían revelado que Shuberoff era dueño de al menos siete propiedades -valuadas entre 121.999 y 172.000 dólares cada una (N. de E.).